martes, 17 de mayo de 2016

ROJO CARMESÍ


Ella está sentada a la orilla de la cama con la mirada perdida mientras fuma un cigarrillo, tomándose su tiempo, como si nada la perturbara, pero su gesto entre desdés, asco y odio no concuerda con la parsimonia con que consume si cigarro.  Su silueta exquisita se dibuja debajo de su vestido de seda negro, se puede ver el hermoso liguero de su media y unos estiletos complementan su glamoroso y sensual atuendo.

Apaga su cigarro, como si de pronto le llegara la impaciencia de los días, pero al hacerlo es tanta su brusquedad que casi tira su bolsa y se alcanza a ver la culata de un arma, la observa y apenas tocándola la vuelve a meter al bolso. Después sale, a toda prisa, de la habitación del motel.

Se dirige a su auto por varios kilómetros a través del bosque, no ve muy claro por la negrura de la noche pero aún así, no baja la velocidad;  su corazón palpita y los nervios apenas y los puede controlar.  De pronto una negra lágrima le corre por la mejilla y se pierde en sus labios carmesí y estalla en un resoplido mientras frena abruptamente casi a la orilla de un acantilado.  Su cuerpo está en el auto su mente en ese día:
- ¡No!, ¡No es posible Diana está muerta!, Cómo recuerda su menuda figura colgada de las alcayatas del tendedero, ella, que había tenido tanta vida y sueños, que habían reído tanto juntas, compartido tantos día de sol,  ¿por qué?, ¿por qué su pequeña hermanita había tomado esa decisión?
Sí, ella lo sabía:
- Lo vi fajando.-le dijo Diana un día, con la voz entre cortada.
Se refería a Luis, su novio y Emilia su mejor amiga, con la que había hecho un pacto de hermanas de sangre.

Ahora ella, logra contener el llanto y baja del auto.  Abre la cajuela el hedor le molesta ligeramente, pero no le toma mayor importancia.  Después, con gran dificultad saca un pesado tapete, descansa un poco, después haciendo un esfuerzo mayor logra sacar una gran alfombra…
Al final la luna es testigo de cómo dos cuerpos se estrellan con las profundas rocas del acantilado, después solo cae un arma que sólo acusa las huellas de Luis.

Ella apenas abriendo sus labios carmesí, mientras sostiene con ellos un cigarro que intenta prender mientras sus manos tiemblan, logra decir:
“Que en el infierno, el diablo los tenga a fuego lento”.

Después contempla largo rato aquella profundidad, comienza amanecer, termina su cigarro, se coloca sus lentes obscuros, subiéndose al auto y tranquilamente se va de la escena.

Unos días después, llega puntual como siempre a su oficina.  Toma un periódico y ve que encontraron los cuerpos, la nota dice que parece un crimen pasional ya que al parecer los muertos habían tenido sexo y después una pelea, no habría más investigación.

Ella se tumba en su sillón, mientras enciende otro cigarro y sonriendo piensa:
“Hermanita, sabes que te sigo cuidando”.


Después de un momento toma sus carpetas y se prepara para su próxima junta. Esboza una última sonrisa de gran satisfacción, mientras da una gran bocanada a su cigarro.

Mouette
Octubre '15