Ella está sentada a la orilla de la cama con la mirada
perdida mientras fuma un cigarrillo, tomándose su tiempo, como si nada la
perturbara, pero su gesto entre desdés, asco y odio no concuerda con la
parsimonia con que consume si cigarro.
Su silueta exquisita se dibuja debajo de su vestido de seda negro, se
puede ver el hermoso liguero de su media y unos estiletos complementan su
glamoroso y sensual atuendo.
Apaga su cigarro, como si de pronto le llegara la
impaciencia de los días, pero al hacerlo es tanta su brusquedad que casi tira
su bolsa y se alcanza a ver la culata de un arma, la observa y apenas tocándola
la vuelve a meter al bolso. Después sale, a toda prisa, de la habitación del
motel.
Se dirige a su auto por varios kilómetros a través del
bosque, no ve muy claro por la negrura de la noche pero aún así, no baja la
velocidad; su corazón palpita y los
nervios apenas y los puede controlar. De
pronto una negra lágrima le corre por la mejilla y se pierde en sus labios
carmesí y estalla en un resoplido mientras frena abruptamente casi a la orilla
de un acantilado. Su cuerpo está en el
auto su mente en ese día:
- ¡No!, ¡No es posible Diana está muerta!, Cómo
recuerda su menuda figura colgada de las alcayatas del tendedero, ella, que
había tenido tanta vida y sueños, que habían reído tanto juntas, compartido
tantos día de sol, ¿por qué?, ¿por qué
su pequeña hermanita había tomado esa decisión?
Sí, ella lo sabía:
- Lo vi fajando.-le dijo Diana un día, con la voz
entre cortada.
Se refería a Luis, su novio y Emilia su mejor amiga,
con la que había hecho un pacto de hermanas de sangre.
Ahora ella, logra contener el llanto y baja del
auto. Abre la cajuela el hedor le
molesta ligeramente, pero no le toma mayor importancia. Después, con gran dificultad saca un pesado
tapete, descansa un poco, después haciendo un esfuerzo mayor logra sacar una
gran alfombra…
Al final la luna es testigo de cómo dos cuerpos se
estrellan con las profundas rocas del acantilado, después solo cae un arma que
sólo acusa las huellas de Luis.
Ella apenas abriendo sus labios carmesí, mientras sostiene
con ellos un cigarro que intenta prender mientras sus manos tiemblan, logra
decir:
“Que en el infierno, el diablo los tenga a fuego
lento”.
Después contempla largo rato aquella profundidad,
comienza amanecer, termina su cigarro, se coloca sus lentes obscuros,
subiéndose al auto y tranquilamente se va de la escena.
Unos días después, llega puntual como siempre a su
oficina. Toma un periódico y ve que
encontraron los cuerpos, la nota dice que parece un crimen pasional ya que al
parecer los muertos habían tenido sexo y después una pelea, no habría más
investigación.
Ella se tumba en su sillón, mientras enciende otro
cigarro y sonriendo piensa:
“Hermanita, sabes que te sigo cuidando”.
Después de un momento toma sus carpetas y se prepara
para su próxima junta. Esboza una última sonrisa de gran satisfacción, mientras
da una gran bocanada a su cigarro.
Mouette
Octubre '15