DUELO DE
MIRADAS
ÍCONOS DE
PLACER
Ana Cerón
Trascripción
¿Puede
recordar una mirada que le haya quitado el sueño aliento alguna vez? Le invito a evocarla. No sé
si fue la forma de sus ojos, el color acaso. Ese brillo que le robó un suspiro y le cautivo. Y ahora, al recordarle, sabe que usted podía
haberse perdido en ella para siempre.
Que quizá, en su mente ha acariciado el deseo de volver a encontrarla,
siquiera una vez más.
Una
mirada, eso es todo lo que toma.
Pero. ¿Qué sabe usted del impacto
de su mirada en los otros? ¿Hace cuanto
tiempo que no deja que sus ojos provoquen una impaciencia ganosa a quien se vea
reflejado en esos dos torrentes de lujuria?
¿Qué pasaría si en lugar de palabras y acciones, usted solo contara con
su mirada para lograr lo que desea? Su
mirada puede ser más fiel cómplice en esa conquista diaria al ser amado; los sueños de una conquista fugaz, llena de
sensaciones insospechadas con alguien de rostro desconocido, parece ser la
efigie de toda fantasía. Pero lograr estimular
y enloquecer a quien creemos conocer del todo puede ser su más grande
reto. ¿Desea intentarlo?
Sin
importar el lugar o la hora, donde se encuentre, siéntese a cierta distancia de
esa persona que desea inquietar con su imperturbable quietud y serenidad.
Comience
por pasear la mirada muy lentamente de los pies a la cabeza. Contemple los cabellos, las
sombras que producen en el rostro de esa persona especial. Note todos los detalles que hace tiempo no se
ocupaba en observar y que alguna vez le fascinaron. Los pómulos, el mentón, la boca y sus expresiones.
Recorra
el cuello, los hombros, el pecho, la espalda, los brazos, los muslos, las
piernas. Imagine. Aventúrese a desvestirle con la mirada.
Permita
que su mente le trasporte a lo que usted llama El Paraíso. Plenitud, felicidad, vívalo, gócelo,
siéntalo. Permita que sus ojos se
desborden. Reviva la locura que le hizo
vibrar esa primera vez, cuando sin decir nada, le poseyó y regresó por más.
Resístase
ante la necesidad de amarle, besarle, morderle, tocarle. Sólo mire en silencio, sin perder el
aplomo; no permita que la excitación lo
delate. Domine. Domínese, espere,
permita que su mirada denote sus tentaciones y deléitese con la incertidumbre y
nerviosismo de la pegunta que tanto me
ves
Acérquese. Sonríale.
Reconózcase en su mirada y dígale
con un tierno susurro: Mi amor sólo te
estaba haciendo el amor.