jueves, 28 de abril de 2011

DUELO DE MIRADAS

ÍCONOS DE PLACER

Ana Cerón

Trascripción

¿Puede recordar una mirada que le haya quitado el sueño aliento alguna vez? Le invito a evocarla. No sé si fue la forma de sus ojos, el color acaso. Ese brillo que le robó un suspiro y le cautivo. Y ahora, al recordarle, sabe que usted podía haberse perdido en ella para siempre. Que quizá, en su mente ha acariciado el deseo de volver a encontrarla, siquiera una vez más.

Una mirada, eso es todo lo que toma. Pero. ¿Qué sabe usted del impacto de su mirada en los otros? ¿Hace cuanto tiempo que no deja que sus ojos provoquen una impaciencia ganosa a quien se vea reflejado en esos dos torrentes de lujuria? ¿Qué pasaría si en lugar de palabras y acciones, usted solo contara con su mirada para lograr lo que desea? Su mirada puede ser más fiel cómplice en esa conquista diaria al ser amado; los sueños de una conquista fugaz, llena de sensaciones insospechadas con alguien de rostro desconocido, parece ser la efigie de toda fantasía. Pero lograr estimular y enloquecer a quien creemos conocer del todo puede ser su más grande reto. ¿Desea intentarlo?

Sin importar el lugar o la hora, donde se encuentre, siéntese a cierta distancia de esa persona que desea inquietar con su imperturbable quietud y serenidad.

Comience por pasear la mirada muy lentamente de los pies a la cabeza. Contemple los cabellos, las sombras que producen en el rostro de esa persona especial. Note todos los detalles que hace tiempo no se ocupaba en observar y que alguna vez le fascinaron. Los pómulos, el mentón, la boca y sus expresiones.

Recorra el cuello, los hombros, el pecho, la espalda, los brazos, los muslos, las piernas. Imagine. Aventúrese a desvestirle con la mirada.

Permita que su mente le trasporte a lo que usted llama El Paraíso. Plenitud, felicidad, vívalo, gócelo, siéntalo. Permita que sus ojos se desborden. Reviva la locura que le hizo vibrar esa primera vez, cuando sin decir nada, le poseyó y regresó por más.

Resístase ante la necesidad de amarle, besarle, morderle, tocarle. Sólo mire en silencio, sin perder el aplomo; no permita que la excitación lo delate. Domine. Domínese, espere, permita que su mirada denote sus tentaciones y deléitese con la incertidumbre y nerviosismo de la pegunta que tanto me ves

Acérquese. Sonríale. Reconózcase en su mirada y dígale con un tierno susurro: Mi amor sólo te estaba haciendo el amor.