martes, 8 de abril de 2014

FALSA CRÓNICA DE UNA DIVA

Ella yacía sobre su chiase lounge, ataviada como era su costumbre, como la diva que era, con sus joyas y esa víbora impresionante que usaba como pulsera de “diario”, estaba imponente, con su gesto de gran señora, simulando encontrarse de maravilla, pero hacía días que la cabeza parecía que le que le repicaba como catedral en día de honrar santo. Tomó un par de pastillas que estaban sobre la mesita de junto y sin pensarlo demasiado se las metió a boca para de un zarpazo tomar un vaso con agua y tragarlas como quien ha tomado su propia vida en esas pastillas y en el éxtasis posterior al trago de agua dejó caer el vaso que saltó en mil pedazos mojando aquel exquisito tapete traído de tierras lejanas y que adornaba su churrigueresca sala que rayaba entre el glamur exuberante y el ridículo que sólo la ceguera del que no tiene fortuna y estirpe, desde la cuna, puede ser capaz.

Contempló el vaso roto y el agua desparramada y en un primer impulso casi instintivo largó su mano para recoger los pedazos, pero luego súbitamente se detuvo, cerrando el puño, como si quisiese asegurarse de no ir más allá; ¿le correspondía a ella levantar el vaso?, vaciló unos segundos y optó por tomar la campanilla dorada que estaba sobre la mesita para llamar a la servidumbre. Hacía tanto que era “La Doña” que había olvidado quién era María…

Mouette

8/abril/2014